LOS DESASTRES
NATURALES
Cuando los fenómenos
naturales superan un límite de normalidad.
El viento,
las olas y toda la dinámica natural nos muestran la compleja interrelación que
existe entre la litósfera, hidrósfera, atmósfera y biósfera. Gran parte de esa
dinámica son para los seres humanos casi imperceptibles, como la erosión y la
sedimentación producidas por el viento, los ríos, los glaciares, etcétera. Sin
embargo, hay momentos en los cuales el comportamiento de los elementos naturales
se vuelve violento, como los movimientos sísmicos y las erupciones volcánicas,
poniendo en riesgo las sociedades, sus bienes y sus actividades.
Un
movimiento sísmico, un huracán o cualquier otro fenómeno extremo de la
naturaleza se convierte en desastre o catástrofe cuando ocasiona pérdidas
humanas o económicas. Es decir, se denomina “Desastre Natural” sólo cuando el
problema social o económico es detonado por un fenómeno de la naturaleza. Loe
Golden dice “… un peligro latente se convierte en desastre si ocurre donde vive
gente”.
Las
consecuencias de los desastres naturales no deben mirarse únicamente desde el
punto de vista de las vidas que se pierden, sino también desde el punto de vista
económico, porque constituyen un obstáculo para el desarrollo económico y social
de la región, especialmente en los países en desarrollo.
En ellos,
un desastre puede ocasionar una reducción del Producto Bruto Nacional (PBN) por
varios años. Por ejemplo, una inundación arrastra la capa fértil del suelo y
tarda años en recuperarse. Se ha calculado que las pérdidas del PBN debidas a
los desastres pueden ser, en proporción, 20 veces mayores en los países en
desarrollo que en las naciones más adelantadas.
La FAO
(Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) ha
calculado que la sequía registrada en los años 70 en El Sahel (África) redujo a
la mitad el PBN de los países del área: Burkina Faso, Chad, Malí, Mauritania,
Níger y Senegal.
Los
desastres pueden tener consecuencias tardías, es decir que sólo se pueden
evaluar a lo largo de varios años. Una sequía o una inundación pueden afectar la
economía de la región o de un país de manera tal que repercuta en la calidad de
vida y en la salud de su población por varios años, incluso décadas. Según la
Oficina del Coordinador de las Naciones Unidas para el Socorro en Casos de
Desastre (UNDRO), las inundaciones registradas en 1972 en Filipinas, retrasaron
los esfuerzos de desarrollo del país entre tres y cinco años.
Una de las
causas más importantes de la lentitud en el proceso de recuperación y
reconstrucción de los países en desarrollo y subdesarrollados después de un
desastre, es porque no cuentan con un alto porcentaje de bienes asegurados como
los países desarrollados.
El huracán
Andrew que azotó a Estados Unidos en 1992, ocasionó 30.000 millones de dólares
de pérdidas, pero el 75% corrieron a cargo de compañías aseguradoras. En cambio,
las inundaciones y deslizamientos de tierras que asolaron China en 1996,
provocaron un perjuicio económico de 24.000 millones de dólares, pero sus
seguros no alcanzaron a cubrir ni el 2% de las pérdidas.
Además,
pasado el fenómeno, las víctimas no sólo necesitan ayuda material sino también
apoyo psicológico. Los estudios demuestran un elevado aumento de casos de
estados depresivos, personas con problemas relacionados con el consumo de
alcohol y drogas, e incluso un preocupante incremento de la tasa de
suicidios.
Un punto a
tener en cuenta es que los desastres o catástrofes originados por fenómenos
naturales son cada vez mayores y acarrean pérdidas millonarias. Los científicos
que observan, registran y analizan la dinámica natural afirman que la frecuencia
de los casos extremos no ha aumentado considerablemente. La magnitud de la
problemática parte del aumento de la población mundial y de la pobreza. Los
riesgos tanto físicos (lesiones y muertes) como sociales y económicas son
agravados por el dónde y el cómo construye el hombre sus viviendas.
En la
actualidad, al menos un cuarto de la humanidad vive en zonas vulnerables a los
desastres, sobre todo en los países en desarrollo y subdesarrollados. En ellos,
la gente asienta sus viviendas en lugares propensos a sufrir estas
catástrofes.
Por
ejemplo, en las zonas de montañas, los sectores de escasos recursos, construyen
en las laderas, donde los aludes pueden arrastrar pueblos enteros, como sucedió
en El Nevado del Ruiz (Colombia), o como recientemente (Enero de 2011) en
Brasil, donde un alud cobró más de 600 vidas.
Otro ejemplo a analizar, son
las viviendas asentadas en las riberas de ríos. En los momentos en que los
mismos aumentan su caudal, desbordan y producen graves inundaciones.
Un facto a
tener en cuenta es la falta de conciencia y cuidado del Medio Ambiente que se
materializa en la Desforestación y en la Contaminación agravando los efectos de
los fenómenos naturales.
Las selvas
taladas de las laderas de las montañas favorecen las avalanchas o aludes, y sus
sedimentos rellenan los cauces de los ríos, haciendo que desborden con mayor
frecuencia, pero cobrándose miles de vidas.
CLASES DE DESASTRES NATURALES
Se
han clasificado más de 20 riesgos capaces de producir desastres. Abarcan desde
terremotos hasta nieblas y brumas, pero los más importantes
son:
Hidrológicos: oleajes tempestuosos,
tsunamis
Meteorológicos: inundaciones,
huracanes, ciclones, tifones, tornados, sequías, heladas, granizadas, olas de
frío o de calor, nevadas o temporales de invierno.
Geofísicos: movimientos sísmicos y
vulcanismo, avalanchas, derrumbes, aluviones, aludes.
Biológicos: marea
roja (aparición en la superficie de las aguas de mejillones, almejas, etc. que
son portadores de toxinas y alteran la
cadena trófica)
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